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La envidia en V actos – Acto IV – Gabo y la triste impostora

Poema Envidia | Gabo | Hernán Urbina Joiro 

En 2005 terminé los borradores de la primera edición de Entre las huellas de la India Catalina, y hubo tristes hijos de la envidia, a quienes no se les ocurrió una investigación de esa magnitud, que trataron de sabotear la publicación. Les rendí homenaje en el Poema 154

Te pones triste si nombran mis libros
no merezco tal solemnidad
no soy García Márquez
a quien trataste
de ensuciar.


Envidia y Gabo

Envidia es tristeza por no alcanzar algo ajeno o que pudo ser propio, y algo afín con ella pareció vivir el escritor Miguel Ángel Asturias, por el paso avasallador de Cien años de soledad desde 1967.

En junio de 1971, el Premio Nobel guatemalteco acusó a Gabriel García Márquez de haber plagiado a Balzac para construir Cien años de soledad.  Asturias dijo al periódico español Triunfo que la novela de García Márquez copiaba La búsqueda de lo absoluto.

El diario Le Monde y la agencia de noticias France Press distribuyeron a ocho columnas, en primera plana, en diversos idiomas, la «denuncia» que hacía Asturias desde España.

 

Poema Envidia y Gabo | Hernán Urbina Joiro 

Balzac narró la historia de Baltasar Claes, un hombre que a los 49 años abandonó su matrimonio, tras hablar con un polaco errante, y obsesionarse con el sueño alquimista de transmutar el plomo en oro.

Los experimentos de Claes acabaron con sus finanzas, su hogar y su vida. Mientras agonizaba, su yerno leyó de un periódico que el polaco errante había vendido a otra persona el secreto de los alquimistas.

Sin hacer ningún análisis mayor sobre cada obra, Asturias intentó exterminar a quien, en verdad, lo destronaría como rey de la novela hispanoamericana.  

La envidia tuvo que conformarse con llorar en su rincón disfrazada de mujer, como se le aprecia en el Poema 154.


¿Deseaste a Balzac a quien has atribuido
Cien años de soledad?
¡Ponte tu traje de mujer y vete a un rincón a llorar!

 

POEMA COMPLETO
«Envidia» | Poema 154  (2005)

                                                                                                  A mi querido Alfonso De La Espriella

No te puedes esconder,
Envidia, los griegos sabían que eres hombre, Phlohnos,
¡Quítate ese traje de mujer!

Te pone triste todo laurel mío, no merezco tanto,
no soy Shakespeare, a quien quisiste envilecer.
¿Te sedujo el conde de Oxford, que le atribuyes sus cantos?
¿Qué te duele de mí que te acerca hasta el llanto?
¡Y quítate ese traje de mujer!

¿Quién te infligió esa pena de derrota vasta
como el que asesina joven y no puede parar?
Me apena esa angustia que te corroe y te gasta.

Te entristece conocer
que mi verso se cante
no merezco tal agasajada
no soy Neruda, a quien trataste
de torcer.
¿Tuviste un affaire
con Tagore, a quien concedes parte
de Veinte poemas de amor y una canción desesperada?
Conmigo no tendrás affaire
ni tendrás nada.
¡De una vez por todas, quítate ese traje de mujer!

Quieres que te tomen por profesor de cultura
tu cultura te tacha de pecado capital
a causa de tu amargura
más de las veces
transitas el mal.

Renegaste de la ira
porque Alfonso de la Espriella defendió El quinto aire
al morir tu lucecilla
un quejido lloriqueaste,
es la tristeza en que reinas
pero has ganado tu mentira,
Phlohnos,
una congoja más no te daría.
¡Eres Reina!
Phlohnos,
toma, recoge tu falsía,
¡Eres Reina!

Alfonso me envió su libro, por cierto,
donde elogia mi laúd
pero cita una habanera del siglo XIX que te daría desconsuelo
pues, atribuye a otra en uno de sus versos,
La Reina eres tú.


Conoces tres Premios Nobel, deberías
conocer otro
no sabes de Bob Dylan
porque tu oído es sordo
a liras como Bob repica.
Te transcribo su canto, ojalá algo entiendas
de su escribir,
Jolene, Jolene,
yo soy El Rey, muñeca, y tú eres La Reina.


No sólo contra mí asestas tu fierro
odias a Dante que te dio por castigo
cerrar tus ojos con hilos de hierro.

Estéril. Buscas a tientas
a quien quitarle
su luz.
¿Qué pregunta es esa la que ahora haces?
¿De quién es La Reina?
La Reina eres tú.

                                                                                                            Cartagena de Indias, 11 de marzo de 2005.

 

Poema 154. Envidia. Acto I. Shakespeare y la tristeza que derrota

Poema 154. Envidia. Acto II. Neruda y sus envidiosos

Poema 154. Envidia – Acto III – Envidia y música

Poema 154. Envidia. Acto V. Bob Dylan, Dante y la envidia

 

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 Poema Envidia | Gabo | Hernán Urbina Joiro poeta
 4. Poema Envidia | Gabo | Hernán Urbina Joiro poeta

Un comentario

  1. Puedo leer infinitas veces el Poema 154 de Gabo y siempre me sorprende la sencibilidad que tenía para que l emocionar humano. Aquí en Perú el Dr. Ramón León escribió La Envidia en el Perú y entre sus conclusiones dice que los peruanos y peruanas somos muy envidiosos, más envidiosos que cualquiera. Como psicóloga estoy investigando la Envidia y la Delincuencia, como el mirar lo del otro y no lo de uno nos lleva por un camino de dolor.

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Hérnan Urbina Joiro

Hérnan Urbina Joiro

Escritor y humanista colombiano.