“Creo en estas calles” | Poemario VI de “Canciones para el camino”

Hernán Urbina Joiro | Poemario VI | Creo en estas calles

La ansiedad me gobernó los días previos al retorno a estas calles en que creo. Desde México se percibía con enorme crudeza la situación colombiana. Nunca dejaron de llegar noticias tan improbables que terminaron por hacer de mi tierra un reguero de imágenes rotas con un futuro que se veía cruzar como brisa que erra sin sonidos.

Casi todos los coterráneos en México hablaban de Colombia como dictando su suerte infausta a partir de la lectura de una baraja. Previo a la toma del avión, mi angustia era inacabable como la sombra que uno espera que se disipe poco antes del amanecer.

Todo ese penar estaba en mi cabeza, pero finalmente lo bajé al piso del aeropuerto antes de subirme al avión. Después de todo yo era un árbol solitario que en México había vencido al huracán y no podía desojarme yo mismo por pura angustia.

Hernán Urbina | 7 poemarios | Creo en estas calles

De regreso en Bogotá, aún sin verlas, sentí que no tardaban en acompañarme mis estrellas y los hados sobre Colombia empezaron a volverse espejos gastados que no reflejaban la zozobra de nadie, especialmente cuando volví a ver la sonrisa de Rafael Escalona.

Mi amistad con Manuel Zapata Olivella la inició Escalona y se volvió obligatorio el encuentro con Manuel en Bogotá por una tarde completa, en mi apartamento o en su casa o en su hotel, luego cuando llegaba a Cartagena o yo retornaba a La Capital.

Manuel me apoyó decididamente en la creación de la revista Romanceros, que dirigí hasta 1999, el año en que me dijo en Bogotá:

—¿Usted qué hace metido sólo en el vallenato? Mire a Escalona. Se lo apropió el vallenato, cuando pudo hacer muchas otras cosas.

Conociendo el enorme y diáfano cariño que se tenían, comprendí de inmediato su protesta de hermano mayor que aspiraba a una universalidad, aún más grande para Escalona, ya siendo Escalona universal. Pero así era Manuel Zapata Olivella, le interesaba que salieran adelante los demás, la obra de otros.

—Tengo varias ideas. ¿Qué me aconseja para concretarlas en un libro? —le pregunté.

—Buen tema, buen inicio, buen final —respondió.

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En 2003 lo sorprendí con los primeros borradores de Entre las huellas de la India Catalina y, en una llamada telefónica de más de una hora, hizo lo que intenté describir en la dedicatoria póstuma de la primera edición de 2006:

A Manuel Zapata Olivella, que me empujó a todo esto.

—Mis libros serán redescubiertos después de mi muerte y entonces ocuparán su lugar —me dijo antes de morir.

Yo aspiro a algo parecido, que lo mejor de mis versos, que lo mejor de la música de mis palabras siga sonando mi

De Escalona y Manuel aprendí a creer para siempre en las calles de Colombia por más que arrecie la desgracia. De ambos me despedí en Bogotá en 1999 cuando la única rosa que tenía dominaba todos los espacios, siendo ella todo el jardín, cuando decidí poner proa a mi barco finalmente hacia al mar de Cartagena de Indias con ella, con Edma, que llevaba su bello cabello suelto como tejido con hilos de la más bella de las noches y a Raisa en sus entrañas.

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Canciones para el camino
Hernán Urbina Joiro
(Caligrama, 2020)

DISPONIBLE: Librería Lerner

Cuarenta y cinco años de historia, amores, censuras, perplejidades de Colombia y el mundo en versos memorables.
Prólogo del poeta y escritor colombiano William Ospina.

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