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La envidia en V actos – Acto I – Shakespeare y la tristeza que derrota

ENVIDIA – Poema 154 – Acto I – Hernán Urbina Joiro 

Empecé a escribir poesía de niño para tratar de comprender la condición humana. Algunas cuestiones parecían claras: que la poesía podía contar mucho más de lo que las personas decían de sí mismas, que se nace con el bien y el mal en las entrañas, y que no siempre se sabe elegir o qué hacer con ello.

Intentando entender lo humano también llegué a la medicina y a la literatura, una y otra vez intrigado por la envidia, el triste impulso capaz de llevar a encontrar alegría momentánea asesinando cosas en los demás.  


Entre griegos y romanos. Endivia, la reina eres tú

Casi todos los simbolismos mitológicos, en especial los griegos, los aprendí al llegar a la Universidad del Rosario en 1983,  estimulado por mi  maestro Juan Mendoza Vega.

Por el maestro Mendoza  leí que la envidia, deidad esclarecida por los griegos como hombre —Phlohnos—, se vistió de mujer entre los romanos, simbolizando además la impostura, el engaño, la hipocresía. Desde los años ochenta deseaba escribir sobre esto, pero el momento propicio llegó en 2005, en mi Poema 154:

No te puedes esconder
Envidia, los griegos sabían que eres hombre,
Phlohnos, ¡quítate ese traje de mujer!


La envidia y la poesía

Cuando empecé a escribir versos a los 9 años, muchos dijeron que no podían ser de alguien tan joven. A los 12 años, cuando gané el primer Festival de Compositores de Música Vallenata, la envidia circuló que aquellos eran versos de mi padre.

La envidia siempre lanzó su congoja a cada triunfo de mis rimas, pero lo viví como parte de mis juegos de muchacho, como viento favorable que me impulsaba a cantar mejor, en especial cuando la envidia propaló que mis versos serían de Hernando Marín o de Máximo Movil, es decir, cuando me notificó que lo que escribía ya tenía las calidades de los mejores autores de la época.

Años más tarde, supe que el más grande escritor de todos los tiempos, William Shakespeare, aún siglos después de su muerte hacía sufrir a sus envidiosos, que atribuían sus versos a un Conde de Oxford. Entonces rememoré las experiencias tempranas, y también las canté en aquel Poema 154 de marzo del año 2005:

Te pone triste todo laurel mío, no merezco tanto
no soy Shakespeare, a quien quisiste envilecer.
¿Te sedujo el conde de Oxford, que le atribuyes sus cantos?
¿Qué te duele de mí que te acerca hasta el llanto?
¡Y quítate ese traje de mujer!


Envidia y odio

En su Diccionario de psicología, Friedrich Dorsch definió la envidia como un sentimiento de displacer, que no permite sino sufrir la risa del que está alegre y satisfecho, porque [el envidioso] envidia un sentimiento del que él es incapaz.

Pero la envidia implica al odio y, de acuerdo con María Moliner, está ligada a la noción de «Asesinar algo», al indicar que la palabra asesino se aplica a «lo que es capaz de causar daño físico o moral».

Terrible visión esta, la de una persona que desde joven necesita asesinar lo que le duele, sin poder detenerse aunque lo quisiera, gastando vilmente su vida.

La envidia entraña angustia, y no es casual que envidia derive del latín invidĭa, que significa corroer, roer, concomerse, consumirse. De esta reflexiones surgieron otros versos para la triste deidad, que también incluí en el Poema 154.

¿Quién te infligió esa pena de derrota vasta
como el que asesina joven y no puede parar?
Que triste esa angustia que te corroe y te gasta.


La dedicatoria de mi poema 154

Mi Poema 154, Envidia , lo dediqué con genuino afecto al gran compositor Alfonso de la Espriella, el autor de Cartagena contigo, connotado investigador de la música colombiana, que en 2005 asesoraba al ex presidente Alfonso López Michelsen también en materia de música.

Fue el maestro De la Espriella quien me contó telefónicamente: «El doctor López me mandó tu libro, Lírica Vallenata, para que le diera un concepto. Es excelente. Pero mándame el CD de vallenatos que traía. ¡El doctor López se quedó con él!». 


ENVIDIA – Poema 154 – Acto I – Hernán Urbina Joiro poeta
POEMA COMPLETO
«Envidia»  Poema 154  (2005)

                                                                                                             A mi querido Alfonso De La Espriella

No te puedes esconder,
envidia, los griegos sabían que eres hombre,
Phlohnos, ¡quítate ese traje de mujer!

Te pone triste todo laurel mío, no merezco tanto,
no soy Shakespeare, a quien quisiste envilecer.
¿Te sedujo el conde de Oxford, que le atribuyes sus cantos?
¿Qué te duele de mí que te acerca hasta el llanto?
¡Y quítate ese traje de mujer!

¿Quién te infligió esa pena de derrota vasta
como el que asesina joven y no puede parar?
Qué triste angustia te corroe y te gasta.

Te entristece conocer que mi verso se cante,
no merezco tal agasajada.
No soy Neruda, a quien trataste de torcer.
¿Tuviste un affaire
con Tagore, a quien concedes parte
de Veinte poemas de amor y una canción desesperada?
Conmigo no tendrás affaire,
ni tendrás nada.
Y de una vez por todas, ¡quítate ese traje de mujer!

Quieres que te tomen por profesor de cultura,
la cultura te tacha de pecado capital.
A causa de tu amargura
más de las veces transitas el mal.

Alfonso me envió su libro, por cierto,
donde elogia mi laúd,
pero cita una habanera que te daría desconsuelo,
pues atribuye a otro en uno de sus versos:
La reina eres tú.

Te pones triste si nombran mis libros,
no merezco tal solemnidad.
No soy García Márquez, tu otro elegido,
a quien trataste de ensuciar.
¿Deseaste a Balzac a quien has atribuido
Cien años de soledad?
¡Ponte tu traje de mujer y vete a un rincón a llorar!

¿Conoces dos premios Nobel? Deberías
conocer además otro.
No sabes de Bob Dylan
porque tu oído es sordo
a bardos como él y a sus liras.

Te transcribo su canto, ojalá algo entiendas
de su escribir:
Jolene, Jolene,
yo soy el rey, muñeca, y tú eres la reina.

No sólo contra mí asestas tu fierro,
odias a Dante que te dio por castigo
cerrar tus ojos con hilos de hierro.

Envidia, estéril, buscas a tientas a quien quitarle su luz.
¿Qué pregunta es esa la que ahora nos haces?
¿De quién es la reina? La reina eres tú.

 

Poema 154. Envidia. Acto II. Neruda y sus envidiosos

Poema 154. Envidia – Acto III – Envidia y música

Poema 154. Envidia. Acto IV. Gabo y la triste impostora

Poema 154. Envidia. Acto V. Bob Dylan, Dante y la envidia

 

LEA ADEMÁS:  Lo siniestro, la envidia y la sonrisa – Revista Nova et Vetera – U del Rosario

ENVIDIA - Poema 154 - Acto I - Hernán Urbina Joiro poeta

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Hérnan Urbina Joiro

Escritor y humanista colombiano.

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