POEMA 92 ¿Por qué te duele decirme que escribí como Neruda?
A Pablo Neruda
y a una doncella de mi pueblo.
¿Por qué te duele decirme que soy rey?
A los 12 años llegó la corona a mis sienes,
en 1977,
frente a los poetas de mi Guajira grey.
Los sabes,
eres de esos lares,
que desde los 9
hago estos cantares
que ahora te duelen,
al parecer
porque hoy suena
como por ley
en todas las tierras
uno de mis cantos.
¿Por qué te duele? Empieza.
¿Por qué me lanzan tus ojos antipatía?
¿Qué terrible desgracia toca a la doncella
de mi pueblo?
Eso lo dijo Jeremías,
no vayas a agregar otro dicterio.
Me conoces, te aprecio,
me presto a monologarte
por recordarte:
desde los nueve mis versos escribía.
No podría dejar de preguntarte,
¿y tú a esa edad qué hacías?
1982,
el pueblo me oyó,
con 17 años,
proclamando
a una majestad:
Es este mi verso siempre enamorado
que sueña contigo reina de San Juan.
¿Por qué te duele mi Tú eres la reina? Vamos,
¿de verdad
crees que reina, bella, el vocablo
cristal
sólo se han de combinar
a los 48 años
de edad
como hizo el gran Pablo?
A agradecer
quiero apresurarme
por infamarme,
llevarme a leer
a Neruda,
gracias a tu ayuda
hoy conozco de él.
Doy las gracias a ti.
Debí leerlo hace tiempos,
y hasta ocurrírseme eso
que ahora dices de mí,
poner música a sus versos.
Deberían hacerlo,
con su nombre cantarlos,
es mayor ascenso,
más que un vallenato
que celebren los medios.
Los míos hace rato
los celebran los pueblos.
¿Das por hecho
que 19 líneas
igualan las rimas
de 44 versos?
¿Quién te enseñó
que una afirmación
de cinco palabras
iguala
cuatrocientas sesenta y ocho?
¿Por qué no cantas
un texto y el otro
a ver si te cuadran?
Es mala propuesta,
tal vez de canto
tampoco idea tengas.
Dicen que te ofendió
que dijera que hay más nobles,
con más alto honor,
y es un problema de cultura.
De mi literatura,
le otorgué títulos yo,
nobiliarias vestiduras
sin realeza a su favor
a mi reina sin tiesuras.
Discuto tu lectura,
tu interpretación.
Tú tendrás pundonor
que tu moral prefigura,
pero que sepa yo,
no eres reina ninguna.
Abandona tu encono irracional,
no desperdicies la vida odiando,
lo advertí en ese mismo canto,
Sólo se tiene la dicha un instante, no más.
Te aprecio, deja que reitere,
y te podría dedicar:
Nunca olvides cuanto este hombre te quiere.
No dedicaría a ti,
por letales procederes,
Deseo que un día me cierres
los ojos por mí.
Si tu pifia no es oscura,
para llamar mi atención,
o buscar en mí un balcón,
como reprendía Neruda:
«Me leíste sin amor».
Coincidencias más cerradas
cada una denunciada
por Vicente Huidobro,
no acabaron al gran mozo
de Temuco, el delgaducho
bardo de la capa negra
con 20 años apenas,
más Veinte poemas de amor
y una canción desesperada
que Huidobro atribuyó
a Tagore con toda su alma.
Ni lo podrás tú tampoco
a este de 28
y poemas que se cantan
por las calles a manojos.
Pero supongamos
que vienes de lejos
y oyes que he copiado
un canto muy bueno.
¿De dónde ha sacado
todo ese talento?
Debiste mirar una a una mis letras.
¿Desde cuándo?
Debiste empezar en los años setenta,
en 1974,
mi primer poema,
tras ser masacrados
tres acusados
sin pruebas
de haber asesinado
a un hijo de mi tierra.
Vivencia dura,
como sería
aquella que aflige,
la carnicería,
en Santa María
de Iquique
para Neruda.
Escribí en los setenta
la matanza horrenda
de Juan Aurelio
y su familia.
Dediqué versos
a indios e indias
de hambre y sed muertos.
¿Por qué te duele decirme que escribí como Neruda,
también ignorado por su propio padre?
Hablas de Neruda y no pondría en duda
que sabes de aquella actitud tan desconfiable.
«¿De dónde lo copiaste?»,
dijo el papá de Pablo sin mirar su cara muda,
al devolverle el papel hablando con la madre.
Mi papá ignoró mi primer trabajo,
la falacia no fue de él,
sino del barrio:
«No se puede creer,
son versos logrados,
del papá deben ser».
Aun llevando mi corona,
esa que tu odias,
en el 77,
tampoco fue suficiente,
«Esa canción tan hermosa
es del papá, mi pariente».
¿Por qué te duele decirme que escribí como Neruda?
Mi primera grabación
también fue un Crepusculario.
Con 18 años
mi musa cantó:
Siempre anhelaba en mis tristezas de ayer ser un poeta andante
para cantarle
a las tardes decembrinas
y enamorar
aquella aurora de San Juan.
Esa canción tan genial,
llegaron a decir,
debe ser de Marín
o Máximo Mobil,
porque los suele escuchar.
Andar la crítica vil
o acusado
lo viví
desde temprano,
como Neruda.
La emboscada conocí
y no me asusta ninguna.
Habrás revisado todas estas historias,
no puedes hablar con tanta virulencia
sin tener todo esto en la memoria.
¿Por qué te duele decirme que escribí como Neruda
si también fui el niño de la estrella solitaria?
Así de triste fue mi fortuna.
En 1981 debí cantarla:
Era el romance de la cometa y el viento
y el lucero soñoliento
de aquel pueblo de mi amor,
no sé en qué nube se me fue mi sueño,
no sé en qué parte del tiempo se perdió.
Debieron bastar mis versos.
Pero si no alcanzan,
que te sirvan las palabras
del gran Pablo al respecto:
«No respondí ni respondo agresiones literarias».
Gracias a ti
ya escogí
tres libros del poeta,
Crepusculario,
y los poemarios
Veinte poemas de amor y Residencia en la tierra.
El resto es demasiado para mí,
todos son altísimos,
y el activismo político
me viene mal.
En cambio al juglar
del siglo XX
le vino excelente,
hasta casi lograr
ser presidente.
¿Qué hora es? Es muy tarde, más de la una.
Es el poema más largo de cuantos haya escrito.
Pero no es casualidad ni es un descuido,
tiendo a la narración, a la épica, y sin duda
acabaré haciendo novelas, cuentos, periodismo,
pronto no escribiré más como Neruda.
Van 19 años de mi poema primero,
esperaré otros 19, al menos,
para publicar este y ver qué ha pasado
conmigo y con tu silencio
después de haberme afrentado.
Siendo niño juré un día
que mis poemas sin música
nunca más publicaría.
Te agradezco abrir mis ojos,
después de todo,
tal vez publique mis libros de poesías.
Bogotá, 12 de diciembre de 1993.