LA DIGNIDAD COMO COARTADA | Hernán Urbina Joiro
El tema del aborto es difícil porque tiene además hondas implicaciones éticas y filosóficas. Donde no existen teocracias este no debería ser un debate religioso como tampoco debe ser cuestión de una minoría de parlamentarios o magistrados que decreta para toda una sociedad un «sí»o un «no».
Este debate con tantos alcances debería darse, apropiadamente, en todos los sectores posibles de la sociedad.
Este último caso, por el que se practica un aborto en la mayoría de países, no requiere mucho debate para ser aceptable. En cambio sí hay mucho que debatir en el caso de una mujer que se embaraza conscientemente y luego decide no seguir adelante con la gestación porque no tiene tiempo o ganas y, para abortar, aduce el respeto a su «dignidad».
La solución al grave problema del aborto clandestino no será la liberación del aborto en las clínicas, como tampoco será solución a las adicciones la liberación del consumo de drogas. Hay que encontrar salidas más sensatas que sólo decir:«Sálvese el que pueda».
Quizás debamos evitar alojar a ese huésped indeseado utilizando responsablemente, con información por educación, todos los métodos anticonceptivos de que disponemos y cuánto antes si ha habido una violación. En esto El Vaticano también se ha equivocado.
Pero si ya se alojó en nuestra casa, tal vez debamos gestionar para que viva en otro lado, con otra gente, pero no matarlo por haber llegado a nuestra residencia. Como en la historia del Rey Salomón, siempre habrá alguien capaz de hacer cualquier sacrificio para preservar la vida de un niño no deseado —como lo fue Steve Jobs—, y vivir con él. Tal vez necesitamos más personas con esa actitud.
¿Y cuándo deja la madre de tener la potestad para quitarle la vida a su hijo? ¿A las 12 semanas? Pues, a los 9 meses todavía su hijo depende por completo de otros para sobrevivir. Tal vez el hijo sea competente para salir adelante en solitario después del año de vida, cuando ya pueda salir corriendo y quizás treparse a un árbol.
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