Escritor y poeta colombiano. Sitio oficial.

Poemario V de “Canciones para el camino”

Hernán Urbina | 7 poemarios | Rimas del Valle del Anáhuac

Recordar México llena mi pensamiento con aroma dulzón de chocolate amargo que arde delicioso en la mente por el chile del mole, lo llena de guirnaldas de Coyoacán que espantan la tristeza hasta hacer departir a los pobladores con sus muertos.

Pero domina mi recordación la época en que conocí la obra de Octavio Paz, tiempo tan afligido como oportuno, cuando un accidente me incapacitó en una cama, pero postrado leí por primera vez sus textos que cambiaron mi manera de mirar y de escribir.

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Viajé a Ciudad de México a hacer una segunda especialización médica en febrero de 1994. Después que el piloto de Aeroméxico anunció que aterrizaríamos en el aeropuerto Benito Juárez, pasaron tantos minutos, casas y avenidas que llegué a pensar que el avión no podía bajar de donde estaba trepado. La señora que iba al lado notó mi angustia y lo resolvió:

—Estamos cruzando el Valle de México para llegar al aeropuerto. Siempre se tarda.

Comentó naturalmente que todo aquel valle medía más de 9.000 kilómetros y que la ciudad capital tenía casi la mitad de todos los habitantes de Colombia. Cruzábamos el Valle del Anáhuac, que significa Rodeado de agua.

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En el Instituto Nacional Salvador Zubirán me entregué a lo mío. A las felicitaciones de los viernes en esos meses, se agregó mi asignación a diferentes investigaciones científicas.

Venía de ganar en Colombia dos premios nacionales de medicina por investigaciones. El trabajo y la amistad que hasta hoy perdura con los doctores Julio Granados, Arnoldo Kraus y Mario Cardiel me llevaría a ser el único residente de aquél primer año que clasificaba con un trabajo original al Congreso del Colegio Americano de Reumatología en San Francisco.  Pero el viernes 13 de mayo de 1994 cambiarían las cosas.

Vivía sólo. Ese día llegué cansado a mi apartamento. Después de cambiarme de ropa, me quedé intentando hacer salir la puerta giratoria de la cocina de su posición de atrás, obstaculizada por una nevera que acababa de comprar. Introducía uno o dos dedos por el pequeño espacio de la puerta entreabierta para halarla.

—A esto hay que ponerle una manija, cuanto antes —me dije antes de hacer un nuevo intento con la mano derecha.

En ese envión no alcancé a sacar dos dedos que salieron estrujados entre la puerta y el marco. En el Instituto Salvador Zubirán, donde llegué confuso por el sangrado, necesitarían diez horas para reconstruir mi mano derecha.

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Una amiga me llevó hasta el apartamento el libro El Laberinto de la soledad que llegué a repetir de memoria muchas noches por la alucinante estilística de Paz, su desconcertante claridad en las ideas, la fuerza de su poesía que se colaba en la prosa.

—¿Qué más tiene este señor? —pregunté a mi amiga.

Entonces me llevó Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe y una selección de la poesía de Octavio Paz, libros con los que entendí que la esperanza jamás dice todas sus palabras, que siempre hay más, que la tragedia puede ser cosa que surge de noche para morir en la noche misma.

A propósito, en ese tiempo en México se me quitó la mala vivencia de que siempre soñaba al revés y aprendí a resucitar junto a las uvas vertidas en chorros en la copa.

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Recuperado física y emocionalmente del trauma en mi mano, en Ciudad de México me retiraba a las cafeterías a garrapatear versos en servilletas de papel, con la respiración entrecortada por la rítmica de Paz y el pensamiento encendido por visiones recogidas en las calles mexicanas.

La última vez fue en la cafetería Sanborns del Centro Comercial El Palacio de Hierro. Allí escribí un poema que hoy se conoce como La suerte está echada.

De la mano de Paz pasé a los escritores que él citaba, Rimbaud, Valéry, autores provenzales, plumas anglosajonas. Antes de 1994 prácticamente sólo leía medicina y lo que sugerían maestros médicos como Juan Mendoza Vega.

En México me animé a darle forma a un libro de cuentos —Despertado en ayer— del que sólo tenía uno —No jugarás— escrito en Bogotá en septiembre de 1993.

Al volver a Colombia en 1996 fundé una revista —Romanceros— y emprendí columnas de opinión desde los diarios El Tiempo, El Heraldo, Vanguardia Liberal, El Universal, entre otros medios impresos.

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Fue doloroso extraviar para siempre los tres libros de Paz obsequiados por mi amiga, donde además guardaba buena parte de la poesía que iba escribiendo en esa época.

Esos libros se quedaron en México con mis propios versos junto a las palabras de Paz. Lo que pude rescatar lo he recopilado en este apartado que nombro por Rimas del Valle del Anáhuac.

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DE INTERÉS: Poesía Escogida 1974 – 2019 | Hernán Urbina Joiro | Manuscrito inédito

 

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MÁS SOBRE EL LIBRO “CANCIONES PARA EL CAMINO.
Poesía escogida 1974 – 2019″. (Caligrama Random, 2020)

Ciento ochenta y dos poemas agrupados en siete libros componen la Poesía escogida de Hernán Urbina Joiro. Prólogo del poeta y escritor colombiano William Ospina.

En estrofas intensas, mordaces, de sonora musicalidad, el autor colombiano recita la poesía social, la lírica amorosa, los lugares entrañables, el afecto fraterno, la metapoesía, la historia de Colombia y el mundo.

Aunque desgarradora, su poesía es decididamente vitalista, como defensa de la vocación vital de lo humano, y abunda en literatura sapiencial y aforismos. Urbina Joiro se enlaza temprano a la épica, el drama y la lírica para intentar que se recuerde lo que no debiera repetir.

Ha declarado el autor: «Es cierto que se puede caminar silbando y alegre algunas de mis rimas, pero son, ante todo, canciones para volver a vivir o para seguir viviendo con valentía; canciones para arrostrar lo que aniquila sin dejar de avanzar»

Edita Caligrama Random. Sevilla,  2020. Lanzamiento previsto en mayo de 2020.

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POESÍA DE HERNÁN URBINA JOIRO

Urbina Joiro empieza a escribir poemas en San Juan del Cesar desde los 9 años.

A los 12 años gana el primer lugar en el Festival de Compositores y en adelante se impondría en los principales concursos de compositores.10

Urbina registró en versos desde los 9 años las masacres entre familias en su pueblo, San Juan del Cesar, las conmociones trágicas o alegres de Colombia y del mundo, prefigurando además al historiador que hoy elogia la Academia de Historia de Colombia por sus ensayos.11

Luego siguió indagando sobre la condición humana a través de su carrera como médico, mientras monologaba o reproducía en voces, metros e imágenes diversas el vértigo y la incertidumbre del mundo contemporáneo.

Al tiempo iba dejando en las calles de Colombia y América varios de los versos más queridos que se cantan desde principio de los años ochenta, hoy también recopilados en el libro Canciones para el camino Poesía escogida 1974-2019.12

La antología de sus versos Canciones para el camino. Poesía Escogida 1974 – 2019 (Caligrama Random, 2020), contiene 182 poemas escritos a lo largo de 45 años.

Abarca la poesía social, la lírica amorosa, la poesía a los lugares entrañables, la poesía al afecto fraterno, la metapoesía, la historia de Colombia y el mundo.13

*Otros libros recientes de Hernán Urbina Joiro con Entre las  huellas de la India CatalinaHumanidad Ahora: diez ensayos para un nuevo partidario de lo humano

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Hérnan Urbina Joiro

Hérnan Urbina Joiro

Escritor y humanista colombiano.