EL HOMBRE ES SED | Hernán Urbina Joiro – Opinión
Gritar “Tengo sed”, también es gritar: “Tengo cuestiones para aliviar o cuestiones para modificar o para cambiar”. No era cosa de desear un poco de agua.
Pero, me temo que con esta frase también pudo gritarnos lo central de la condición humana: que siempre tendremos sed, es decir, que siempre tendremos necesidad de aliviar algo, que siempre viviremos la necesidad de cambiar algo, y que esto siempre será un asunto muy hondo, que no podremos evadir a riesgo de sufrirlo.
Parece haberse mostrado, en cambio, que se trata de un sufrimiento para vencer; toda una experiencia que podría llevar a un conocimiento muy profundo; una vivencia que, además, se alivia hondamente si se sabe cómo compartirla con otros.
Es en la conciencia, entonces, donde se aloja el sufrimiento y por ello es en la conciencia donde residen las más extraordinarias posibilidades para que el individuo pueda llegar a ser más grande que eso que le hace sufrir, porque podría llegar a abarcarlo y diluirlo en una conciencia más grande que eso que le genera sufrimiento.
Sin duda, hoy mucho sufre la humanidad e incluso tal vez más que en otras épocas, pero también la actual humanidad parece haber encontrado formas más poderosas para llegar a no tener conciencia del sufrimiento, nuevas maneras para sentir menos.
Pero, al tiempo, el progreso mismo ha generado nuevas formas de negar el sufrimiento en una cada vez más fortalecida cultura del escape, de la anestesia frente al padecer propio y de los demás.
La palabra conciencia viene de la palabra conocer y al igual que sus voces parientes, conocedor y conocimiento, en últimas deriva a la palabra conquistar. Es decir: la conciencia puede llevar a conquistarme.
Hay más probabilidades de encontrar verdad en el sufrir que en el placer, es decir, podemos conocer más cuando vivimos esa passio o pasión que nos duele de forma imprevista, no calculada, que domina nuestro ánimo y que es una experiencia única, que sólo siente el yo, que es intransferible.
Todas estas claves nuestras del sufrimiento son sólo de humanos, entre otras razones, porque somos los únicos seres que nos autoinfligimos el sufrir a través de cuestiones como el remordimiento, la culpa, la hipocondría, la envidia, es decir mediante dolores autoasestados.
Ya hay demasiado sufrimiento que nos llega espontáneamente para ser convertido en sabiduría que ensancha la conciencia, por lo que no se debería agregar a la vida otras crueldades innecesarias.
El sufrimiento hoy está hablando, especialmente, y con desgarro, por una civilización que desesperada e inútilmente desea escapar de su sed, física y espiritual por medios que en realidad sólo la vuelven prisionera.
Y no todo da igual. No es lo mismo escapar con drogas que escapar contemplando una obra de arte. Y tal vez no haya mucho que discutirle al asunto de que quien está bajo el efecto de las drogas no está consciente ni del sufrimiento de los demás ni del sufrimiento propio.
En síntesis: si la ciencia hoy pudiera, verdaderamente, medir el sufrimiento humano tal como se cuantifica una infección, haría colapsar a todos los sistemas y economías por las dimensiones de la pandemia más prolongada y creciente de la humanidad.
31 de marzo de 2010
Cartagena de Indias, Colombia.
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